qué fue de la inseguridad de aquel rostro puberto que fue tan mío.
qué fue de la timidez, de mi impulso por escapar del mundo y de la gente. qué
fue de la voz que era más quebradiza. ahora me he alejado de la isla, he
encontrado la red del mundo y de la gente. siento que me he traicionado. siento
que he sido infiel a lo que me definió, o será (acaso) que de esto se trata
avanzar: desmoronarse y desprenderse de lo que alguna vez fue un rostro. como
las serpientes que olvidan su piel, que olvidan lo que dejan atrás, que avanzan
y zigzaguean en la tierra y en el monte sin voltear la cabeza. yo, en cambio,
me encuentro perdido. me topé con la paradoja del cambio y la esencia, del
movimiento y lo fijo, del río perpetuo y las petrificadas montañas. este que
ahora es mi rostro, esta que ahora es mi voz, estas palabras que ahora me
arropan el infinito, estos arrebatos de imágenes que me atormentan en la
cotidianidad. este ya no soy yo, entonces, qué hago con todo este vacío sino
gritar hasta derrumbarme por dentro, hasta haber deletreado cada una de las
imágenes fijas que se me arremolinan en la cabeza, qué más que acudir a la
soledad para no perder la noción de las cosas, del espacio tan insignificante
que ocupo en un caldo denso, oscuro como el petróleo al que llaman espacio. sin
embargo, mi esencia se mantiene. aquella risa achinada sigue siendo la misma.
aquel raspón en mi codo sigue siendo una grieta en mi piel. aquella noche…
quisiera volver a los pasos sin rumbo de ésa noche. ésa en que nos perdimos en
un lote cerca de mi casa con mis amigos y nos tropezábamos porque estaba tan
oscuro, habían ramas y hedía a orines por donde avanzáramos, a penas y se
adivinaban los grafitis que unos mareros habían hecho días antes, se escuchaba
el rumor de nuestros pasos golpeando piedras sobre el silencio, caminábamos en
un limbo donde nunca existiría el abandono mientras nos sujetáramos fuerte,
pasara lo que pasara, nuestras manos estarían sujetas y entonces yo cerraba los
ojos y sentía las estrellas, te juro que las sentía, las sentía navegando sobre
mis párpados a millones de años luz mientras mis zapatos viejos se hundían en
la tierra y todos nos seguíamos tropezando torpemente con la basura. en ese
momento habría querido decirlo todo y que lo que saliera de mi boca marcara las
memorias de mis amigos con aquella imagen conmovedora. imagen que en ese
momento sólo pude intuir. no pude, porque intentar decir algo que se siente es
siempre una empresa arrogante, una batalla perdida desde el comienzo, y aún
así, aquí estoy, buscando esa piel entre la escarcha del olvido para ver si aún
puedo sentirme a salvo caminando en la oscuridad.
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