domingo, 29 de septiembre de 2019

escamas


qué fue de la inseguridad de aquel rostro puberto que fue tan mío. qué fue de la timidez, de mi impulso por escapar del mundo y de la gente. qué fue de la voz que era más quebradiza. ahora me he alejado de la isla, he encontrado la red del mundo y de la gente. siento que me he traicionado. siento que he sido infiel a lo que me definió, o será (acaso) que de esto se trata avanzar: desmoronarse y desprenderse de lo que alguna vez fue un rostro. como las serpientes que olvidan su piel, que olvidan lo que dejan atrás, que avanzan y zigzaguean en la tierra y en el monte sin voltear la cabeza. yo, en cambio, me encuentro perdido. me topé con la paradoja del cambio y la esencia, del movimiento y lo fijo, del río perpetuo y las petrificadas montañas. este que ahora es mi rostro, esta que ahora es mi voz, estas palabras que ahora me arropan el infinito, estos arrebatos de imágenes que me atormentan en la cotidianidad. este ya no soy yo, entonces, qué hago con todo este vacío sino gritar hasta derrumbarme por dentro, hasta haber deletreado cada una de las imágenes fijas que se me arremolinan en la cabeza, qué más que acudir a la soledad para no perder la noción de las cosas, del espacio tan insignificante que ocupo en un caldo denso, oscuro como el petróleo al que llaman espacio. sin embargo, mi esencia se mantiene. aquella risa achinada sigue siendo la misma. aquel raspón en mi codo sigue siendo una grieta en mi piel. aquella noche… quisiera volver a los pasos sin rumbo de ésa noche. ésa en que nos perdimos en un lote cerca de mi casa con mis amigos y nos tropezábamos porque estaba tan oscuro, habían ramas y hedía a orines por donde avanzáramos, a penas y se adivinaban los grafitis que unos mareros habían hecho días antes, se escuchaba el rumor de nuestros pasos golpeando piedras sobre el silencio, caminábamos en un limbo donde nunca existiría el abandono mientras nos sujetáramos fuerte, pasara lo que pasara, nuestras manos estarían sujetas y entonces yo cerraba los ojos y sentía las estrellas, te juro que las sentía, las sentía navegando sobre mis párpados a millones de años luz mientras mis zapatos viejos se hundían en la tierra y todos nos seguíamos tropezando torpemente con la basura. en ese momento habría querido decirlo todo y que lo que saliera de mi boca marcara las memorias de mis amigos con aquella imagen conmovedora. imagen que en ese momento sólo pude intuir. no pude, porque intentar decir algo que se siente es siempre una empresa arrogante, una batalla perdida desde el comienzo, y aún así, aquí estoy, buscando esa piel entre la escarcha del olvido para ver si aún puedo sentirme a salvo caminando en la oscuridad.

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