miércoles, 9 de octubre de 2019


El dolor siempre más allá de la palabra ´dolor´.

Pero siempre nuestro caminar pausado, a oscuras, buscando formas que sobresalgan de las paredes. Escribir como quien se desnuda frente a un espejo gigantesco, porque no es más que eso: 
adivinar nuestra historia en los miles de reflejos,
advertir lo innombrable, 
descubrir una y otra vez la cicatriz originaria. 
Oh, y la luna que avanza, cubriendo nuestro cuerpo desnudo de retórica y nos acaricia con su lengua húmeda, junto a todos nuestros inventos.

El poema te dicta y te lee a ti, no al revés.

Al final las metáforas sólo te utilizaron como un puente. Ese pequeño puente roto al que llamas ´cuerpo´ y a veces, ‘alma’.  

Y tus ojos tratan de abarcar el horizonte 
desde un tierno sentimiento de naufragio. 

Palabras frías, duras, ásperas te circundan. Tocas el cielo, pero no es el cielo sino tu delirio y nada más que eso. Y apenas lo rozas con las yemas de los dedos.
 
Tan sólo un poco de ese otro lado, oh, que tú imaginas.