¿Qué
fue lo que sentiste la primera vez que viste el mar?
Hacer esa pregunta es un ejercicio de la memoria que
nos acerca a sensaciones de inmensidad, asombro, olores peculiares y la silueta
de personas que amamos. Por mi parte, quisiera poder decirlo y señalarlo todo
con claridad, pero ahora sólo recuerdo a mi padre y su delgada figura
hundiéndose poco a poco bajo las olas. Segundos antes de hacerlo, él se
volteaba y nos saludaba para sumergirse por completo entre aquel rumor
envolvente y constante.
Sentía cierto temor al ver los cuerpos de los bañistas
ser devorados por la espuma, pero también era acogido por una tranquilidad que
se acrecentaba cuanto más escuchaba con atención. Entonces el mar era todo lo
que podía escuchar, sentir y ver. El mar, era el origen y el fin de todas las
cosas.
Quizá es tan grande el prejuicio que se tiene sobre la animación —sobre todo, la animación japonesa o anime—, que inmediatamente descartamos estas creaciones como una forma de arte capaz de hacernos sentir lo que una novela, un poema o una película puede hacer. Culpa de esto es también es la fórmula en que muchas de las animaciones más populares han caído. Seguimos consumiendo las películas de Disney/Pixar a pesar de que los arquetipos en sus historias sean tan predecibles. De igual manera en el anime encontramos ciertos patrones que se asemejan. Historias fantásticas, personajes llamativos, voces chillonas y exageradas, etc. etc.
Sin embargo, hay animaciones que sobresalen y se
convierten en joyas inmarcesibles, experiencias que trascienden todo arquetipo
conocido; obras que, en pocas palabras, nos roban el aliento y cambian nuestra
perspectiva sobre la vida. Children of The Sea, por si no fuera obvio a estas
alturas, pertenece a esta última categoría. Es una animación del 2019 realizada por Studio
Cuenta la historia de Ruka, una niña taciturna e inadaptada cuya relación con sus compañeras de escuela es problemática. Sus padres, despreocupados e indiferentes, son más personajes de fondo cuyo papel no es relevante en la trama ni en la vida de la niña. Se sugiere alcoholismo, depresión y desconexión entre sus padres, sumado a una pelea reciente con una alumna que le humilla. Todo esto desarrolla un sentimiento de soledad muy fuerte que se presenta en todo momento. Estos sucesos, eventualmente, la acercan al Mar. Siendo una población costera, los residentes están muy familiarizados con las criaturas marinas de un hermoso acuario donde pueden observar tortugas marinas, manta rayas, bancos de peces coloridos y focas. Un día, Ruka logra escabullirse dentro de las instalaciones del acuario y recuerda la primera vez que vio estas criaturas; todas se acercaron inexplicablemente a ella y la seguían a donde se moviera, como hipnotizados. Entre flashbacks y tropiezos en la parte trasera de los tanques de agua ella se encuentra con Umi, un chico de su edad que emerge de una piscina y se mueve con naturalidad en el agua, casi como que fuera un pez. Él le dice que fue criado en el Océano junto a su hermano Sora y necesitan del agua para vivir casi tanto como los peces.
Hasta aquí, todo pareciera sonar a las historias que mencionaba al principio de este texto, ¿no? Una niña descubre un mundo secreto, entes fantásticos la acompañan en esta aventura y eventualmente tendrán que salvar algo o alguien de una amenaza inminente. Pues no, pasa que en el corazón de esta película hay una voz poética que se alza y eventualmente abarca cada paso dado por el argumento como una sombra misteriosa. Lo que parecía una aventura infantil o la típica coming of age se transforma en una metáfora sobre la soledad, la muerte, el origen del cosmos y de la vida. Esto es explorado a través de bellísimas secuencias de animación que escapan a cualquier descripción y llevan todo el amor de los artistas detrás de esta pieza.
Es
difícil describir lo que sucede en esta película casi tanto como lo que se siente
al verla; simplemente se debe dejar fluir las imágenes, sin darle tantas
vueltas a la lógica o los encuadres de lo que conocemos tradicionalmente como ‘argumento.’
Hay visiones del mar tan espectaculares como aterradoras y la película va en un
crescendo que culmina con una de las secuencias más impresionantes a un nivel
de animación y simbolismo que he visto en mi vida. Hay películas que desafían
toda estructura y se transforman en ‘experiencias’ (sin el afán de sonar
pretencioso) y esta es una de ellas. En determinado momento sólo debemos
dejarnos llevar. Y es en los diálogos profundos/ambiguos de las y los
personajes, las metáforas visuales, la música y animación tan excelsas donde encontraremos
nuestro propio significado.
Justo
como el mar puede significar vida para unos y muerte para otros. Estamos
quienes le tememos, los que le respetan y también quienes le escriben poesía
contemplativa. Así, esta película puede recordarnos nuestra insignificancia y el
gran misterio que es vivir.
Pueden ver el tráiler AQUÍ