Los hilos teóricos que entretejen el presente ensayo se unieron a partir
de una lectura de la obra más emblemática de Nietzsche Así Hablaba
Zaratustra (1965) E.D.A.F, más específicamente de ciertos versos
encontrados en el poema titulado Entre Las Hijas del Destierro. Las
frases que lo componen poseen una connotación de nihilismo y preocupación
frente a una modernidad filosófica que cada vez se hacía más consciente de sus
limitaciones dentro de la metafísica. Sobre esta interpretación se utilizarán
los insumos teóricos de la filósofa María Zambrano, quien escribió bastante
sobre la relación entre poesía y filosofía en sus libros El hombre y lo divino
(2011) Alianza Editorial y Filosofía y poesía (2012) Fondo de
Cultura Económica.
La pregunta por responder —o quizá, con
suerte, complicar— es cómo los recursos poéticos y literarios pueden ser
considerados como propuestas filosóficas ‘serias’ en la academia. Esto,
naturalmente, teniendo en consideración otras obras como ejemplos en todo el
corpus filosófico occidental y no-occidental (Camus, Sartre, Borges, Anzaldúa,
etc.) Aquí estamos pensando en
términos de límites/fronteras por disipar, para tener en consideración otras
formas de articular pensamiento y que dichos experimentos mantengan su vigencia
sin que sucumban en su propia ambigüedad.
Para los conceptos planteados en la filosofía nietzscheana se
advocará con la revisión de Agustín Izquierdo en Friedrich Nietzsche, o el
experimento de la vida (2001) E.D.A.F. quien recoge cada tema de forma
lineal y nos ayudará a comprender ciertas cosas que escapen al encuentro puro
con el poema.
Palabras clave: Vitalidad, poesía, propuesta, experimento.
I.
El poema
de Nietzsche
No hay manera de lanzarse a ese embudo
vertiginoso y poético que es el Zaratustra de Nietzsche sin que esto
produzca en nosotros un asombro particular. Surgen, entre muchas emociones, varias
preguntas: ¿cómo es que una obra así, con características que escapan a lo que
normalmente leeríamos en el canon filosófico Occidental —entiéndase Kant,
Hegel, Spinoza, entre otros— ha sido igual de importante y estudiada
desde la filosofía? ¿puede la poesía ser una propuesta filosófica seria que
deba ser considerada dentro de ese canon?
Mientras que algunos autores siguen el estilo elegante y apacible de la lógica,
este otro pensador, este poeta decide articular un baile totalmente
distinto que se aparta de los demás e impone sus propios ritmos. Zaratustra nos
dice “…es preciso llevar dentro de uno mismo un caos para poder poner en el
mundo una estrella” (Nietzsche, 1965, p.22), y este libro es un ejemplo
perfecto de esas estrellas o creaciones que se inscriben en la
espacio-temporalidad que nos rodea, rozando más allá de sus límites. Que se
ramifican descontroladamente por todas partes, como el rizoma que anheló
Deleuze y que nos permite imaginar un mundo donde las fronteras no son tan
rígidas.
Así Hablaba Zaratustra puede
que nos muestre en algunos momentos sus propias máscaras[1]
como texto, pero en ningún momento da un paso para atrás en cuanto
experimentación. Prueba de esto es uno de los poemas en verso que nos introduce
una inquietud central para el autor y que se ubica casi al final cuyo título es
Entre Las Hijas del Destierro. Aquí la estructura y el ritmo de los
largos párrafos que anteceden es brevemente interrumpida por versos que
describen la visión de Nietzsche sobre el nihilismo. Una voz nos dice: “El
desierto crece; / ¡desgraciado del que oculta desiertos!” (Nietzsche, 1965,
p.287) y con estas sencillas frases da rienda suelta a la multiplicidad de
interpretaciones que sólo un gesto poético puede permitir. ¿No es este desierto
de alguna manera el rincón sin salida al que se dirigía tanto la metafísica
como la filosofía occidental del siglo XIX al siglo XX?[2]
Más adelante, entre todavía más
ambigüedad poética encontramos los siguientes versos:
Heme, pues, aquí, sentado,
de todos los oasis, en el más pequeño,
semejante a un dátil,
dorado, dulce, moreno,
sediento de una boca redonda de doncella,
y más aún de dientes femeninos,
cortantes, como la nieve blancos,
como la nieve fríos,
pues por ella languidecerá
de los ardientes dátiles el corazón Selah.
(Nietzsche, 1965, p.290)
Este
espacio pequeño descrito en este fragmento podría interpretarse como el
posicionamiento que se toma desde esta obra experiimental hacia lo que se hacía
entonces en la filosofía idealista-racional. Un libro como el Zaratustra que
—para contextualizarlo un poco— fue escrito con urgencia, desde estados
alterados de conciencia (se dice que Nietzsche era usuario de opio[3])
y encima que no seguía una estructura clara, podía ser fácilmente descartado
para los ‘estándares’ de la filosofía en su momento y así fue hecho por un
tiempo. Pocos referentes tomaron en cuenta a Nietzsche, e incluso, cuando esto
se hacía, era con adjetivos no favorables al autor.[4]
¿Puede entonces la poesía ser un vehículo teórico serio para la filosofía?
¿cómo reconciliar sus aparentes diferencias?
II.
Zambrano:
lo filosófico y lo poético
La teórica y filósofa española María Zambrano ha indagado en las
preguntas formuladas anteriormente en dos libros importantes: El hombre y lo
divino (1955) y Filosofía y poesía (1939). En ambas propuestas hace
una revisión historiográfica y filosófica de lo que ha significado desde Platón
esta aparente contrariedad/rivalidad entre la poesía y la filosofía. Aunque en
sus textos aún se formulen preguntas metafísicas a mi forma de ver irresolubles[5],
también me parece que hay aquí una posible interpretación de lo que es y puede
ser el fenómeno poético como un experimento o una aproximación distinta a la
filosofía. Sin embargo, es preciso hacer la distinción que, según Zambrano,
apartan al poeta y al filósofo. Zambrano dice:
Algunos de los que
sintieron su vida suspendida, su vista enredada en la hoja o en el agua, no
pudieron pasar al segundo momento en que la violencia interior hace cerrar los
ojos buscando otra hoja y otra agua más verdaderas. No, no todos fueron por el
camino de la verdad trabajosa y quedaron aferrados a lo presente e inmediato…
Fieles a las cosas, fieles a su primitiva admiración extática, no se decidieron
jamás a desgarrarla; no pudieron, porque la cosa misma se había fijado ya en
ellos, estaba impresa en su interior. Lo que el filósofo perseguía lo tenía ya
dentro de sí en cierto modo, el poeta; de cierto modo, sí, de qué diferente
manera.
(Zambrano, 2012, p.8)
En este fragmento se dejan entrever
concepciones claras de lo que significa el oficio de la poesía: quien poetiza
no trata de pensar en un mundo más claro de ideas o abstracciones. No busca
inherentemente la unidad[6]
que el método filosófico persigue con violencia. La experiencia del poeta está
ligada directamente con los objetos, con los fenómenos. Algo que, volviendo al
libro de Nietzsche, se expresa de múltiples maneras. Su propuesta filosófica en
Zaratustra no es simplemente adornar una filosofía lógica/metódica con
metáforas rebuscadas, es escribir poéticamente una filosofía. Como lo
expresa Agustín Izquierdo en su resumen sobre el pensamiento nietzscheano, “El experimento de la filosofía de
Nietzsche quiere llegar a la afirmación dionisíaca del mundo, es decir, a la
afirmación sin excepción ni elección previa…” (Izquierdo, 2001, p.141). En este
sentido, el filósofo/poeta habita dos formas de acercarse a las cosas. Quizá,
como lo expresa Zambrano, con una violencia eventual de ‘tomar’ los conceptos y
hacer metafísica, pero también han pasado primero por la experiencia vital del
poema. Sería contradictorio en Nietzsche si su pasión y prédica —cuando
habla como Zaratustra— no estuviera expresada poéticamente en la forma de
articular su pensamiento y sus vivencias.
El ser había sido definido con unidad, ante todo, por eso estaba oculto, y esa
unidad era sin duda, el imán suscitador de la violencia filosófica. Las
apariencias se destruyen unas a otras, están en perpetua guerra, quien vive en
ellas, perece… Quien tiene, pues, la unidad lo tiene todo. ¿Cómo no explicarse
la urgencia del filósofo, la violencia terrible que le hace romper las cadenas
que le amarran a la tierra y sus compañeros; qué ruptura no estaría justificada
por esta esperanza de poseerlo todo, todo?
(Zambrano, 2012, p.10)
Podrían debatirse aquí dos ideas; por un
lado, el filósofo hasta las alturas del siglo XIX y XX sí que tenía una
inclinación a ‘poseer’ la verdad, pero no es una generalidad; y también, que el
poeta utiliza finalmente una herramienta totalizante que es el lenguaje.[7]
III.
El
Zaratustra como experimento de vitalidad: más allá del siglo XIX
Una sentencia más, “¡Rugir
una vez más / rugir moralmente, / como un león moral; rugir entre las hijas del
desierto!” (Nietzsche, 1965, p.290). Imponerse desde el estruendo y la
vibración que genera el rugido de un león. Esta es la apuesta vitalista en
Nietzsche: ser como la nube de tormenta que se agiganta repentinamente sobre el
desierto. En un momento como
seres humanos nos desprendimos de la divinidad y esto generó preguntas, algo
que de alguna manera nos abría un horizonte muy distinto al del mito (Zambrano)
y las primeras canciones, los primeros poemas y las danzas alrededor del fuego
donde seres distantes aullaban, todo eso fue también nuestra ‘verdad.’ Y,
volviendo a Izquierdo: “La verdad es fea y solo el arte nos permite no perecer
en ella.” (Izquierdo, 2001, p.143).
Durante el siglo XIX y el XX hemos
visto cómo la Literatura y la Filosofía han hecho síntesis que contienen ideas
filosóficas fundamentales para sus cánones: La Náusea de Sartre o El
Extranjero de Camus, pasando también por el teatro de Godot o la
profundidad filosófica encontrada en los relatos de Borges. Todas estas
expresiones constituyen un esfuerzo por no dejarse encerrar en fronteras y
considerar que tanto la filosofía como la poesía pertenecen a campos distintos,
lejanos, sin ninguna comunicación entre sí. Esto limita nuestras capacidades
creativas como pensadores, pues si algo demostraron los filósofos vitalistas
del Siglo XIX (Kierkegaard, Nietzsche, Schopenhauer en algunos sentidos), es
que toda dimensión de la experiencia humana debe ser considerada para
estructurar nuestros pensamientos y nuestra historia.
Así, Zaratustra y Nietzsche (o quizá
ambos) se yerguen desde el rugido poético de su filosofía. Siendo un ejemplo de
lo que se puede lograr cuando no se teme a navegar entre fronteras,
bifurcaciones, caminos que creíamos inconexos.
IV.
Un
problema (o quizá varios)
Los experimentos filosóficos no presuponen una
ejecución perfecta ni un resultado cerrado. Todo lo contrario, hay tropiezos, desvíos,
evocaciones sin mayor efecto y, naturalmente, cierta frustración para el lector
que intenta organizar todo esto en sus propias ideas. Considero que, si bien
pueden darse estos ejercicios creativos y sofisticados, tampoco deben sucumbir
las ideas detrás de todos los arreglos poéticos. Un ejemplo de síntesis muy
bien logrado es lo que Gloria Anzaldúa plantea en su libro Borderlands: La
frontera en cuya estructura conviven teoría y poesía sin que esto vaya en
detrimento de la propia obra, sino que ambas cualidades se alimentan de las mismas
ideas, inyectando un dinamismo a lo que ella expresa que no es muy común de
ver.
Es amplia la huella que ha dejado Nietzsche y su Zaratustra en muchas de
las obras filosóficas y literarias de los siglos que le precedieron. ‘Un libro
para muchos y para nadie’, rezaba el subtítulo de su trabajo; algo que, cuanto
menos, es un gesto de búsqueda por la mayor de las experiencias. Así, con sus
palabras y sermones, con su visión poética de la postmodernidad (antes de que
esta siquiera se materializara), Zaratustra nos deja con la inquietud de atrevernos
a crear de otras maneras. De que las separación
brusca entre formas de expresarse también nos limita creativamente.
Bibliografía
Nietzsche, F. (1965) Así Hablaba
Zaratustra E.D.A.F. Madrid, España.
Izquierdo, A. (2001) Nietzsche,
o el experimento de la vida E.D.A.F. Madrid, España.
Zambrano, M. (2012) Filosofía y
Poesía Fondo de Cultura Económica. México.
Zambrano, M. (2011) El hombre y lo divino Alianza Editorial, España.
[1] Me refiero aquí a la súbita
artificialidad que puede notarse al ver que cada fragmento está titulado a
partir de una arista distinta de la condición humana: Moral, Estado, Amistad,
Soledad, etc. disipando así un poco la ilusión que Nietzsche quiere construir
con su ‘personaje’.
[2] Encuentro una intertextualidad significativa
—como ya lo han señalado pensadores como Žižek— entre este desierto que
avanza, que absorbe y que crece con lo que se describe en The Matrix
(1999) dirigida por las hermanas Wachowski cuando Morfeo dice ‘Welcome to
the desert of the real’.
[3] Jung explora muchos aspectos de la
creación, interpretación e impactos de este libro en múltiples seminarios a lo
largo de los años. Entre los temas se habla de que Nietzsche era visto como un drogadicto.
Jung, C. (1988) Nietzsche's
Zarathustra Notes of the Seminar given in 1934-1939. Bollingen
Series XCIX. Princeton University Press. E.U.A.
[4] El libro de Ruben Darío titulado Los
Raros hablaba de él en uno de sus capítulos.
[5] En determinado momento ella se pregunta
si es la poesía o la filosofía lo que acerca ‘más’ al ser humano hacia ese
mundo que le rodea. (Zambrano, 2012, p.7)
[6]
Sobre la unidad dice la autora que es el filósofo y no el poeta quien se
inclina más hacia ella. El poeta está disperso en la multiplicidad, incluso
llega a mencionar la palabra “pereza” para referirse a esta incapacidad por
buscar una unidad. Esto recuerda al poema de León Felipe donde llama a los
poetas ‘holgazanes.’ El poeta y el filósofo (1944)
[7] Sea una experiencia de multiplicidad
la del poema, siempre termina siendo condensado o reducida en las palabras.
Quizá quien escribe esté cercano a las cosas y los fenómenos, pero en
determinado momento debe sacrificar muchas cosas en esa transición a la palabra
escrita.