El dolor siempre más allá de la palabra ´dolor´.
Pero siempre nuestro caminar pausado, a oscuras, buscando formas que sobresalgan
de las paredes. Escribir como quien se desnuda frente a un espejo gigantesco,
porque no es más que eso:
adivinar nuestra historia en los miles de reflejos,
advertir lo
innombrable,
descubrir una y otra vez la cicatriz originaria.
Oh, y la luna que
avanza, cubriendo nuestro cuerpo desnudo de retórica y nos acaricia con su lengua
húmeda, junto a todos nuestros inventos.
El poema te dicta y te lee
a ti, no al revés.
Al final las metáforas sólo te utilizaron como un puente. Ese pequeño
puente roto al que llamas ´cuerpo´ y a veces, ‘alma’.
Y tus ojos tratan de abarcar el horizonte
desde un tierno sentimiento de naufragio.
Y tus ojos tratan de abarcar el horizonte
desde un tierno sentimiento de naufragio.
Palabras frías, duras, ásperas te circundan. Tocas el cielo, pero no es el
cielo sino tu delirio y nada más que eso. Y apenas lo rozas con las yemas de
los dedos.
Tan sólo un poco de ese otro lado, oh, que tú imaginas.